Boletín CCP
Nº 236
El 13 de junio
de 2013 aconteció en Rusia un hecho inédito y por demás significativo al
cual, sin embargo, los medios de comunicación internacionales y nacionales
no le prestaron la más mínima atención. Ello no es atribuible a que la
noticia no fuera publicada en Rusia ni en ninguno de los medios de prensa
judíos (1). Tal vez, la voluntaria ignorancia sobre el mismo habría
respondido a necesidades de ocultamiento, vaya a saber si con fines
políticos, religiosos o ideológicos, o a una combinación de los tres. Por
otra parte, la incógnita también se mantiene respecto a quiénes y por qué no
convenía que la noticia se difundiera.
El diario
Pravda resaltó que el presidente ruso Vladimir Putin
había
realizado “una declaración sensacional durante su visita al Museo
Judío y el Centro de la Tolerancia de Moscú”. El motivo de la visita
fue la de asistir al acto de devolución de la Biblioteca que había
pertenecido al fallecido rabino
Joseph
Yitzchak
Schneerson,
que fuera fundador del movimiento judío
Chabad Lubavitch.
La
decisión de nacionalizar dicha biblioteca fue adoptada por el primer
gobierno soviético en 1920.
La misma se compone de una colección de libros (12.00) y manuscritos hebreos
(50.000 documentos) de principios del siglo XVIII y XIX. La reposición de la
misma a los representantes del jasidismo, responde a los
insistentes reclamos judiciales que venían haciendo desde 1980 los
representantes norteamericanos de Chabad. La decisión del
gobierno ruso es que la biblioteca se mantenga como una rama de la
Biblioteca Estatal de Rusia, pero que funcione en el
Museo Judío y el Centro de la Tolerancia de Moscú.
De esta forma se cumple con los requisitos establecidos por la ley – para
evitar que el material fuera robado y contrabandeado al exterior – y al
mismo tiempo se satisfagan los requisitos jasídicos de máxima accesibilidad.
En el
discurso
pronunciado por Putin en el evento, éste expresó en una parte:
“Ustedes saben, pensé algo en este momento. La
decisión de nacionalizar esta biblioteca fue tomada por
el primer gobierno soviético, cuya composición fue del 80 al 85 % judío”.
El autor de la
nota de Pravda comenta sorprendido que
“esta evaluación de la composición de Comisariado Popular de
Nacionalidades es la primera declaración hecha por un jefe de Estado. Ni en
la URSS ni después, tales datos fueron dados a conocer. Estos hechos fueron
tratados, en el mejor de los casos, silenciosamente, y a menudo, por alguna
razón desconocida, fueron considerados como un acto de antisemitismo
rabioso. Vladimir Putin ha dado un paso audaz que, además de otras etiquetas
generosamente puestas en él por la oposición, puede agregarse la de
reaccionario y odiador de los judíos”.
Efectivamente, los dichos de Putin constituyen una sorpresa y
al mismo tiempo una satisfacción para quienes pretendíamos comprender
objetivamente la Revolución Comunista en Rusia, después de
haber roto el cerco impuesto por el lavado de cerebro liberal-masónico.
Resulta una sorpresa, por el hecho de que esta información la
expone y confirma pública y oficialmente la más alta autoridad rusa, una voz
autorizada porque sale – según el lenguaje turfístico para fundamentar una
“fija” – de la misma “boca del caballo”. Y a la
vez constituye una satisfacción, para todos los que
sosteníamos desde hace décadas esa verdad políticamente incorrecta
para el criterio de la inquisición liberal-masónica, quienes
despreciativamente consideraban “conspiracionistas o conspiranóicos”
y descalificaban hasta la humillación a todos los que la denunciaban y
fundamentaban. Ahora ha llegado el momento de la verdad y de gritarlo en
todas las direcciones.
Es que la verdad normalmente siempre sale a la luz, pero hay
veces que tarda mucho tiempo en hacerlo, y en este caso el ocultamiento y la
mentira duró 100 años. Una vez más se cumple la sentencia de San Pablo:
“La Verdad os hará libres”. Porque sin "verdad" es imposible el
ejercicio de la "libertad".
Santiago Roque Alonso - Director
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Próxima aparición:
20 de diciembre de 2017
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